martes, 18 de abril de 2017

George Eastman y Kodak. La difícil transición del rollo de película a la tecnología digital

El post de hoy está dedicado a describir la trayectoria del fundador de una de las empresas más sólidas de Estados Unidos y a reflexionar sobre la evolución de su legado. Me refiero a George Eastman y Kodak, dos nombres asociados sin duda a la innovación, la calidad y la internacionalización. Pero también a una sorprendente trayectoria que, tras un siglo de éxitos en la vanguardia de la producción de películas y cámaras fotográficas, ha dejado a la compañía al borde de la desaparición. Obligada a reinventarse, Kodak lucha hoy por volver a representar un papel relevante en el mundo.

El comienzo de una historia más que centenaria

George Eastman, fundador de Kodak, nació en Waterville (Nueva York) en julio de 1854. Criado en una humilde familia de granjeros, la prematura muerte de su padre le obligó a trabajar desde una temprana edad. Inicialmente lo hizo como chico de los recados en una compañía aseguradora y, más tarde, como oficinista en una entidad bancaria en la que fue ascendiendo peldaños. 

Su interés por la fotografía se despertó en su juventud, mientras organizaba un viaje al extranjero. Decidido a adquirir una cámara que le permitiera inmortalizar episodios de su recorrido, descubrió que no podría llevarla consigo porque pesaba varios kilos y no era fácilmente transportable.


George Eastman a la edad de 30 años. Fuente: http://www.kodak.com

Cada vez más atraído por este mundo, Eastman se fue transformando en todo un experto. Pronto se convirtió en un firme defensor de la utilización de placas secas de cristal en las cámaras, mucho más sencillas que las húmedas, presentes por entonces en casi todos los aparatos.

A partir de la fórmula tomada de una revista británica, Eastman comenzó a elaborar sus propias emulsiones de gelatina. Llegó incluso a patentar, en 1879, una máquina para fabricar placas secas en serie. Fueron años de auténtica locura, en los que el joven aficionado trabajaba en el banco durante el día y dedicaba las noches a sus experimentos. Hasta que finalmente dio con una composición que funcionaba.

El 1 de enero de 1881 George Eastman y Henry A. Strong, comerciante y amigo, constituyeron la Eastman Dry Plate Company, sociedad para la fabricación de placas secas cuya sede social era un sencillo almacén alquilado. Abandonada su carrera profesional en el banco, Eastman se centró en sacar adelante su nueva empresa.


Propaganda de la Eastman Dry Plate Company de 1888. Fuente: http://piercevaubel.com

Al comienzo fue necesario centrar todos los esfuerzos en depurar el producto y perfeccionarlo. Tras poco más de dos años, la compañía pudo desplazar sus cuarteles generales a un edificio de cuatro plantas en Rochester, ampliar la sociedad inicial e incorporar nuevos accionistas.

En 1884 la empresa vivió su primer éxito comercial, al poner a la venta el “papel negativo Eastman”, una emulsión que, tras revelarse, era lo suficientemente trasparente como para obtener copias con un tratamiento de aceite de ricino caliente. Eastman y uno de sus socios, William H. Walter, patentaron además un chasis que permitía usar el papel negativo en rollos. Este descubrimiento constituyó un verdadero avance en el terreno de la fotografía.

Se tomaron por entonces dos decisiones relevantes que marcaron el estilo de la empresa: por una parte, se abrió una oficina de venta al por mayor en Londres y, por otra, se contrató a un químico especializado para desarrollar nuevos productos. La distribución a escala internacional y la investigación pasaron a ser dos de sus pilares fundamentales.

Kodak, mucho más que una marca 

1888 fue el año en que se presentó al mundo la marca Kodak. Eastman llevaba tiempo queriendo contar con una insignia propia, que fuera pegadiza y comercial. Buscaba un nombre breve y fácil de pronunciar por usuarios de procedencias diversas. Como sentía una especial predilección por la «k», buscó distintas combinaciones de caracteres que comenzaran y terminaran por esta letra, hasta que dio con el término “KODAK”. Un vocablo vacío de contenido pero con una indiscutible fuerza sonora. De momento, la nueva voz se utilizó como distintivo comercial y, a partir de 1892, se incorporó también a la razón social de la empresa. 

En ese mismo año, la Eastman presentó su primera cámara propia, la «Kodak nº 1», provista de película de celulosa fotosensible para 100 exposiciones. Su lanzamiento, acompañado de una intensa campaña publicitaria por todo Estados Unidos, vino avalado por un eslogan que enseguida fue muy popular. Con la contundente frase “Usted aprieta el botón, Kodak hace el resto” se ponía de manifiesto un cambio evidente en la forma de hacer fotografías y una simplificación enorme en las cámaras utilizadas hasta entonces. Una vez agotados los 100 disparos incorporados en el aparato, el usuario debía devolverlo a la empresa productora o a su tienda autorizada para que se lo cargaran de nuevo con otro centenar de exposiciones. Ya para 1891 se logró solventar esta «incomodidad» mediante una película en rollo que podía ser instalada por el propio fotógrafo.


Kodak nº 1 de 1888. Fuente: http://camera-wiki.org

Aunque el precio de la nueva cámara, 25 $ a los que había que unir otros 10 por cada rollo de película, no era especialmente barato para la época, «la Kodak nº 1» representó el inicio de la popularización de la fotografía. Desde entonces, la meta de Eastman y su equipo fue conseguir instrumentos cada vez más fáciles de utilizar, más ligeros y más competitivos en su coste. 

Los avances en este sentido fueron vertiginosos, ya que en 1895 se anunció el lanzamiento de la primera cámara de bolsillo, la «Kodak Pocket», hecha totalmente de aluminio y con una pequeña ventana que permitía conocer el número de exposiciones realizadas. Poco antes la empresa había comercializado un rollo de película con soporte transparente, que posibilitó a Thomas Edison patentar la primera cámara de cine. Su crecimiento en este nuevo terreno fue también enorme. 

Desde el punto de vista comercial, en 1891 se dio un paso de gigante que permitió la entrada masiva en el mercado europeo: la apertura de una fábrica en Harrow (Inglaterra), en la que se comenzó a producir a gran escala películas y papel fotográfico.

La consolidación de la empresa: todo va rodado

Para comienzos del siglo XX la Eastman Kodak Company ya había alcanzado uno de sus objetivos fundacionales: contribuir a la divulgación de la fotografía mediante el progresivo abaratamiento de las cámaras y la película. En 1900 comenzó a comercializar a tan solo 1 $ la primera «Brownie». La película que necesitaba para su funcionamiento se vendía a 15 centavos el rollo, un precio inimaginable pocos años antes. Con estos logros, cualquier usuario podía disfrutar de su afición sin necesidad de realizar un desembolso desorbitado.


Cámara «Brownie» de 1900. Fuente: http://www.ssplprints.com

También en el revelado se produjeron avances importantes: en 1902 se patentó una máquina procesadora que permitía realizar esta operación sin necesidad de contar con un cuarto oscuro. Además, la calidad del producto final era superior a la conseguida con la técnica tradicional. 

Para 1907, la compañía ya contaba con más de 7.000 empleados en todo el mundo y en tan solo veinte años más alcanzó la impactante cifra de 20.000. La ansiada internacionalización perseguida por Eastman desde los inicios también se había conseguido. 

Durante la Primera Guerra Mundial la Eastman Kodak llevó a cabo algunas interesantes aportaciones, como la fabricación de cámaras para fotografía aérea, el suministro de acetato de celulosa para proteger las alas de los aviones o la elaboración de lentes irrompibles para máscaras antigás. El conflicto internacional sirvió también para que la empresa integrara la obtención de productos químicos orgánicos, que tradicionalmente había adquirido a compañías alemanas. La ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con el país germano propició la instalación de un laboratorio para la investigación en este terreno, que resultó fundamental en la evolución futura del negocio. 

En los «felices años veinte» los directivos de la Eastman diseñaron una estrategia de crecimiento muy ligada al despegue de la industria cinematográfica en los Estados Unidos. En 1929 la compañía introdujo la primera película para la proyección de imágenes con sonido. El cine mudo había quedado atrás, y por delante se abría una nueva etapa llena de oportunidades. 

Posibilidades que el fundador de la empresa no pudo ver culminadas. Abatido y minado por la enfermedad, George Eastman puso fin a su vida el 4 de marzo de 1932. Un disparo directo al corazón cerró la biografía de un brillante hombre de negocios, emprendedor, gran filántropo y con un carácter intrépido que, sin embargo, no fue capaz de asumir la debilidad de sus últimos momentos. Como despedida de sus familiares y allegados dejó una lacónica frase, que refleja a la perfección la importancia que su faceta profesional tenía para el principal artífice de Kodak: “A mis amigos. Mi trabajo está hecho. ¿Por qué esperar?”.

Más éxitos y ¿un declive predecible? 

En las décadas que siguieron al fallecimiento de George Eastman, la compañía continuó un recorrido ascendente, en el que se sumaron numerosos productos lanzados al mercado, incontables éxitos comerciales y una evidente rentabilidad. La ausencia de su fundador no supuso un gran quebranto para la empresa, como en ocasiones sucede en los negocios muy personalistas, ya que Eastman se rodeó desde el principio de un nutrido equipo de expertos y profesionales de su confianza. 

La gran protagonista de los años treinta fue «Kodachrome», la primera película en color para aficionados y antesala del increíble desarrollo de la fotografía cromática. Durante la Segunda Guerra Mundial, la empresa de Rochester representó un papel activo como proveedora de equipos fotográficos, papel y distintos tipos de película para el ejército norteamericano. De esta forma consolidó en el mercado doméstico una imagen patriótica y comprometida con el bienestar del país.

Tras el conflicto, el grupo creció considerablemente y reforzó su presencia internacional. A finales de los años cincuenta el número de sus accionistas ya superaba los 100.000. Poco después su plantilla rebasaba los 75.000 empleados y su facturación en Estados Unidos los 1.000 millones de dólares. Esta tendencia alcista vino avalada por el lanzamiento de nuevos «productos estrella», como las cámaras «Kodak Instamatic», en 1963, que incorporaban en su interior la película ya bobinada. Hasta 1970 la compañía vendió por todo el mundo más de 50 millones de este producto.


«Kodak Instamatic» de 1963. Fuente: http://www.lomography.es

A finales de 1975, Kodak promovió una patente que cambió el curso de la historia del sector y, contra todo pronóstico, selló el comienzo de su declive. Este avance no fue otro que el diseño de la primera cámara digital. El aparato, que pesaba cerca de cuatro kilos y grababa imágenes en blanco y negro con una baja resolución, contaba con un sensor electrónico para recoger información óptica. La cámara fue perfeccionada poco a poco con resultados más que satisfactorios. Tanto que, cuatro años más tarde, uno de los vicepresidentes de la compañía, Larry Matteson, redactó un informe en el que aventuró que para 2010 la tecnología digital se habría impuesto a la analógica.

Sin embargo, ese horizonte temporal debió quedar demasiado alejado para los responsables de Kodak que, a mediados de los setenta, era una compañía perfectamente rentable y en plena expansión. Tomar la decisión de transformar una empresa química y fotográfica en un negocio electrónico no se vio como una necesidad imperiosa. Para cuando se quiso reaccionar, la competencia de los fabricantes asiáticos ya era imparable.


Primera cámara digital de Kodak. Fuente: http://www.abadiadigital.com

Kodak intentó reacomodar su oferta y, en 1992, sacó al mercado un CD copiable que sentenció de muerte su propia fabricación de película analógica. En 2005 llegó incluso a ser el primer productor de cámaras digitales en Estados Unidos, pero nuevamente la variabilidad de la tecnología y las preferencias de los consumidores hicieron que los teléfonos inteligentes comenzaran a copar la realización de fotografías. El declive ya era imparable. 

La presencia internacional de Kodak, su plantilla y su volumen de negocio cayeron en picado hasta que, el 17 de enero de 2012, entró en concurso de acreedores. Dos años más tarde Jeff Clarke fue designado como mentor principal de la reconversión de una compañía que lo ha sido todo en el mundo de la fotografía analógica y ha inventado la fotografía digital, pero no ha sabido liderar las nuevas tendencias del sector.

Reflexiones para la actualidad 

La trayectoria de la Eastman Kodak refleja una gran paradoja: la propia compañía había patentado la tecnología que auguraba su languidecimiento y muerte definitiva en unas pocas décadas. Es fácil juzgar, con la información que hoy tenemos y pasados casi cuarenta años, qué habría sido correcto hacer si hubiéramos estado sentados en el Consejo de Administración de este gigante de la fotografía analógica a finales de los años setenta. 

¿Habríamos desdeñado por agoreras las predicciones de Larry Matteson, que ponían en tela de juicio el futuro del modelo de negocio que Kodak había desarrollado durante un siglo? Probablemente sí. Es comprensible que, en plena cresta de la ola, aquellos directivos tuvieran más argumentos para persuadirse a sí mismos de que la conversión al modelo digital no era una cuestión prioritaria, que de lo contrario. Y, sin embargo, esa falta de previsión ha resultado letal. 

Es evidente que los ciclos tecnológicos se han reducido de manera contundente en los últimos años, y que la mayor parte de los empresarios y directivos de nuestros días tienen más que aprendida la lección de que nunca hay que bajar la guardia en este terreno. Tan importante es moverse con soltura en el corto plazo como estar alerta para interpretar los cambios y diseñar el futuro. Nunca viene mal, a pesar de todo, tener a mano ejemplos y recordatorios como el de Kodak.


cerro@centennial.es


viernes, 3 de marzo de 2017

¿Tu empresa está a punto de cumplir sus primeros 25 años de vida?, ¿quizás los 50?, ¿o lo que vais a celebrar es su centenario? En cualquier caso, ¡enhorabuena!

¿Sabías que en España la esperanza media de vida de las empresas es de 10,3 años? Solo 1 de cada 2 negocios de nueva creación supera su primer lustro de vida y apenas un 13% llega a celebrar su vigésimo aniversario. LA TRAYECTORIA DE TU EMPRESA ES, POR TANTO, ATÍPICA Y MUY DIGNA DE DARLE LA RELEVANCIA QUE MERECE.

Un aniversario es una ocasión única para llevar a cabo una reflexión colectiva sobre qué se ha hecho hasta ahora y, de acuerdo con ello, cómo orientar el futuro.

En Centennial, compañía especializada en el desarrollo de proyectos de recuperación de la historia y la memoria de empresas, nos encantaría compartir con vosotros la conmemoración de una fecha tan destacada. El resultado final de nuestro trabajo puede quedar recogido en un libro, un libro electrónico, un vídeo....

También ideamos y gestionamos eventos conmemorativos y exposiciones con contenido histórico. Siempre actuamos en estrecha colaboración con los Departamentos de Comunicación y las agencias de confianza de nuestros clientes.

En Centennial buscamos, además, vincular cada aniversario con una causa o proyecto social acorde con las estrategias de responsabilidad corporativa de las compañías con las que trabajamos.

Si piensas que podemos ayudarte a planificar las acciones del aniversario de tu empresa desde una perspectiva respetuosa con su pasado, te animamos a que te pongas en contacto con nosotros. Llámanos al 660 182 127 o escríbenos a cerro@centennial.es. Esteremos encantados de explicarte qué servicios ofertamos.




miércoles, 18 de enero de 2017

André y Édouard Michelin (1853-1931; 1859-1940), pioneros en la fabricación de neumáticos

El post de la nueva serie que iniciamos hoy, titulada de Michelin a Apple, describe la trayectoria de dos precursores en la fabricación de neumáticos a gran escala: los hermanos Michelin. André y Édouard fueron dos grandes innovadores que insuflaron a su empresa familiar el gen de la búsqueda continua y el desarrollo de nuevos productos. Pero Michelin no solo se ha hecho internacionalmente célebre por la calidad de sus creaciones, sino también por sus campañas publicitarias y la inigualable influencia de sus guías de viajes.

Todo comenzó por una casualidad

Situémonos en Clermont-Ferrand, centro de Francia, en el último tercio del siglo XIX. Dos hermanos, André y Édouard Michelin, heredan un taller de manufactura de maquinaria agrícola y productos de caucho vulcanizado que su abuelo, Aristide Barbier, había abierto en 1832 junto con Nicolas E. Daubrée. El primero en dejar sus ocupaciones en París y regresar a su localidad natal fue André. Formado como ingeniero y arquitecto, ejercía como cartógrafo en el Ministerio del Interior. Ya en casa, tardó poco tiempo en constatar que él solo no podía encauzar el futuro de la empresa familiar, que estaba al borde de la quiebra. 

En 1889 se incorporó al negocio su hermano pequeño, Édouard, que contaba con una clara vocación artística y por entonces era estudiante de Bellas Artes. Ambos constituyeron una sociedad mercantil que pasó a denominarse «Michelin et Cie». El taller ocupaba 12 hectáreas junto a Clermont-Ferrand y tenía una plantilla de 52 personas. Su producto más reputado era la zapata de freno de caucho.


Édouard y André Michelin al final de sus carreras profesionales. Fuente: http://www.run2.co.uk/

Desde el primer momento se produjo una división de funciones entre los dos hermanos: Édouard lideró la fábrica de Clermont-Ferrand mientras que el mayor, André, gestionó desde París la publicidad de la marca.

El azar quiso que en 1891 un ciclista con una rueda pinchada se acercara al recinto de Michelin en busca de ayuda. Aunque no era específicamente su cometido, el personal del taller facilitó la reparación, que no era sencilla y podía prolongarse cerca de tres horas a las que había que añadir toda una noche para el secado del material. Por entonces, los neumáticos iban entelados y pegados sobre la llanta, de acuerdo con la patente desarrollada tres años antes por John Boyd Dunlop.

Este acto tan fortuito constituyó una ocasión perfecta para reflexionar e intentar cubrir una necesidad real. Como fruto de ello, Édouard y su equipo crearon unas llantas desmontables y fácilmente instalables en menos de media hora. El éxito de este nuevo producto fue indiscutible y, desde 1900, permitió a los hermanos Michelin liderar el mercado galo.

La empresa concluyó el siglo XIX con algunas incursiones en el sector de los vehículos de cuatro ruedas. Primero fueron los carruajes y, poco después, los automóviles. Fue precisamente en este último campo, que por entonces estaba en plena fase de experimentación, donde se produjeron los avances más notorios. Los primeros prototipos eran muy pesados. Además, como el estado de las carreteras no era bueno, las ruedas, que eran de caucho macizo con bandas metálicas, respondían mal y sufrían graves desperfectos en cuanto se sobrepasaban los 25 kilómetros por hora.


Automóvil “Relámpago”, diseñado por la compañía Michelin. Fuente: http://www.michelin.com/

Para hacer frente a esta limitación, los hermanos Michelin construyeron su propio prototipo de automóvil, llamado «Relámpago», al que equiparon por primera vez en la historia con neumáticos que debían cambiarse cada 150 kilómetros. La ocasión elegida para popularizar sus avances técnicos fue una carrera, la París-Burdeos-París. Aunque «Relámpago» no ganó la competición, celebrada en junio de 1895, sí fue uno de los nueve vehículos que lograron terminar el recorrido. Ese fue el origen de una sólida trayectoria en un sector donde no tardaron en llegar los primeros triunfos.

Un gran éxito publicitario

Pocas compañías pueden presumir de tener una imagen de marca tan universal, identificable y constante como la de Michelin. El famoso «muñeco Bibendum», que pocos conocen por su nombre original, ha sido reconocido como el mejor logotipo del siglo XX por numerosas agencias de publicidad y especialistas de todo el mundo. 

Con una estética que se ha ido adaptando a los tiempos, este particular hombre de caucho lleva más de cien años conviviendo con varias generaciones de personas que, incluso sin vinculación alguna con el ámbito del automóvil, lo han incorporado a su vida y lenguaje cotidiano. No hay más que recordar la admisión de la palabra «michelín» en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, como sinónimo de «lorza», o acumulación de grasa en forma de rollo en determinadas partes del cuerpo. 

La tradición sostiene que el origen remoto de “Bibendum” se remonta a 1894, en el stand que la empresa Michelin tenía en la Exposición Universal de Lyon. Al parecer, un empleado había dejado a la entrada del recinto dos grandes pilas de neumáticos. Según se dice, una de ellas tenía una forma que recordaba a un hombre, y Édouard así se lo hizo saber a su hermano. Pasados cuatro años, André pretendía iniciar una campaña publicitaria utilizando como soporte un cartel. Contrató para ello a Marius Rossillon, artista que firmaba con el seudónimo O’Gallop.

A André le gustaba particularmente un diseño de grandes dimensiones que Rossillon había realizado para una compañía cervecera alemana, en el que aparecía un hombre levantando una jarra con su mano derecha. El lema del cartel era «Nunc est bibendum», palabras latinas atribuidas a Marco Antonio tras la batalla de Accio, y que literalmente significan: «es tiempo de beber». Esta composición hizo que André recordase el comentario de su hermano sobre la semejanza entre aquella pila de neumáticos y un ser humano. Además, él siempre solía afirmar que las ruedas que se fabricaban en su empresa podían «beberse los obstáculos».

Primer cartel publicitario en el que aparece «Bibendum». Fuente: https://es.wikipedia.org

Estas fuentes de inspiración dieron como resultado un póster de gran tamaño en el que un «hombre-neumático» triunfal, con gafas y anillos en los dedos, alzaba una copa llena de materiales de fabricación y brindaba «a su salud». A su izquierda y derecha, unos competidores desinflados y famélicos miraban hacia arriba con expresión triste. En el encabezamiento se conservaban las palabras latinas «Nunc est bibendum» y, en el pie de página, se aclaraba que «el neumático Michelin se bebe el obstáculo».

Inicialmente el personaje creado por Rossillon no tenía nombre, aunque el hecho de que la palabra «bibendum» apareciera en el cartel justo encima de su cabeza llevó a una rápida asociación de ideas, y los usuarios comenzaron a designarlo así.

La popularidad del peculiar «hombre-neumático» fue en aumento y en poco tiempo se convirtió en el mejor representante de una compañía que también comenzó a sumar éxitos mercantiles. Ambos elementos, mascota y calidad del producto final, entremezclaron su influencia y han tenido un papel determinante en la configuración de la imagen de marca de la empresa.

Otra interesante estrategia de marketing

Otra interesante y definitiva estrategia de marketing diseñada por los hermanos Michelin fue el lanzamiento de su popular «guía». Concebida inicialmente como documento publicitario que se regalaba al consumidor por la compra de neumáticos, proporcionaba información de utilidad sobre lugares donde repostar, adquirir piezas para el automóvil, arreglar el vehículo, alojarse y comer algo en ruta. También incluía un listado de curiosidades y planos de algunas ciudades. La primera edición, de 35.000 ejemplares, vio la luz en 1900.

Primera Guía Michelin, publicada en 1900. Fuente: http://frenchquartermag.com/

La guía comenzó a comercializarse a partir de 1920. Para entonces, el número de automovilistas se había incrementado considerablemente en Europa y era evidente que los servicios que esta publicación ofertaba resultaban cada vez más útiles para un número creciente de usuarios, dispuestos a pagar por ellos. La guía pasó a ser una interesante línea de negocio para Michelin, al mismo tiempo que un pilar fundamental de sus campañas publicitarias.

La cartografía se fue afianzando como uno de sus platos fuertes, al igual que la gastronomía. En 1926 nació la «estrella» de la buena mesa en la guía de Francia y, desde 1946, unos pocos restaurantes comenzaron a recibir un nuevo símbolo distintivo llamado «estrella blanca». En las décadas de los años cincuenta y sesenta, al mismo tiempo que se elevaba el nivel de vida de los países de Europa occidental, la guía se consolidó como un referente fundamental en el ámbito turístico y hostelero. Pocas iniciativas pueden jactarse de haber aportado tanto a un sector y de haber contribuido de una manera tan seria a su profesionalización y divulgación.

La consolidación de un gigante

Con el cambio de siglo, la compañía de Clermont-Ferrand amplió considerablemente su volumen de negocio y asentó su producción en distintos países. Su primera fábrica fuera de territorio francés se inauguró en Turín, al lado de la factoría de FIAT, en 1906. Al año siguiente se abrieron las instalaciones de Milltown (NJ), al amparo de la potente industria automovilística norteamericana. Esta ampliación geográfica coincidió con la puesta en práctica de innovaciones relevantes, como la fabricación de neumáticos para motocicletas, el desarrollo de la llanta de acero desmontable, la señalización del kilometraje de las carreteras francesas o su creciente interés por el mundo de la aviación.

Fabricación de aviones en la fábrica de Clermont-Ferrand durante la Primera Guerra Mundial. Fuente: http://www.michelin.com/

André y Édouard Michelin contribuyeron a la divulgación de este último campo mediante la organización de concursos en los que tomaban parte figuras destacadas de la época, como los propios hermanos Wright. Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, los Michelin se ofrecieron al Gobierno francés para la fabricación de aviones. Durante la contienda, salieron de la factoría de Clermont-Ferrand casi 2.000 aparatos Breguet. Los cien primeros se donaron como contribución de guerra y el resto se vendieron a precio de coste. La incursión en este nuevo sector propició el desarrollo de un neumático con surcos, que favorecía la adherencia y minimizaba el desgaste, así como el diseño de una pista de cemento que permitía el despegue de naves incluso bajo una intensa lluvia.

A mediados de los años treinta, la compañía Michelin unió su destino al de Citroën, negocio francés de fabricación de automóviles que atravesaba por una difícil situación económica. Como principal acreedora de esta empresa, la firma de Clermont-Ferrand asumió un papel central en su gestión. Pierre Michelin, hijo de André, fue nombrado presidente y comenzó a gestionar con mano firme el futuro del grupo hasta su temprana muerte.

Imagen de Pierre Michelin poco antes de su fallecimiento en accidente de tráfico, en 1937. Fuente: http://marynale22.blogspot.com.es/

Para entonces, André ya había fallecido y su hermano Édouard, que le sobrevivió nueve años, había nombrado cogerentes de la empresa familiar a Robert Puiseux, casado con su hija Anne, y a Pierre-Jules Boulanger. Ambos estaban muy vinculados a la compañía desde hacía décadas. La presencia mayoritaria de Michelin en el accionariado de Citroën se mantuvo hasta 1976, cuando la familia vendió buena parte de sus participaciones a Peugeot.

Durante los cuarenta, la compañía asentó su presencia en el mercado internacional de neumáticos gracias a algunas novedades técnicas que había comenzado a perfilar durante la Segunda Guerra Mundial. La más importante fue sin duda la patente de la llanta de estructura radial, que marcó las bases de los neumáticos del futuro. Las ventas de este nuevo producto, comercializado bajo la denominación «Michelin X», se consolidaron a finales de la década. Esta innovación fue incorporada con rapidez por la mayor parte de los fabricantes europeos de automóviles.

Desde entonces, el crecimiento comercial de la marca ha sido exponencial. Antes de 1970, Michelin ya vendía sus productos en 140 países. Otro de sus grandes éxitos mercantiles fue la firma de un contrato con Ferrari, por el que la firma francesa pasaba a ser la proveedora exclusiva de su equipo de Fórmula 1. Esta fructífera relación permitió que el neumático radial de Michelin se convirtiera, en 1979, en campeón del mundo de esta modalidad.

En los años siguientes, la compañía garantizó su presencia en todas las áreas en las que operan vehículos y aparatos soportados por neumáticos: la aviación, la astronáutica, la automoción tanto sobre dos como sobre cuatro ruedas, la maquinaria agrícola y de construcción además, por supuesto, de las bicicletas. Y lo ha hecho poniendo siempre de manifiesto su carácter innovador. Recientemente se ha introducido también en el mercado del software de ayuda a la conducción a través de la web ViaMichelin. En la actualidad, la firma produce más de 184 millones de neumáticos al año en sus 68 fábricas repartidas por el mundo.

Reflexiones para la actualidad

En ocasiones el azar constituye un factor determinante en el devenir de una organización. Sin embargo, de nada sirven los caminos que el destino abre de manera generosa si no se saben identificar y transitar de forma adecuada. El ciclista que un buen día traspasó, con su rueda pinchada, las puertas del taller que los hermanos Michelin regentaban en Clermont-Ferrand habría quedado en una mera anécdota, si Édouard y su equipo no hubieran visto en ello una evidente oportunidad de negocio. De no haber invertido tiempo y dinero en desarrollar una tecnología propia, que simplificara y acortara el proceso de reparación y cambio de ruedas de bicicleta, el porvenir de «Michelin et Cie» habría sido completamente distinto y, con toda probabilidad, no tan brillante. 

Esa facultad para aprovechar las oportunidades y adelantarse a los tiempos, con una innovación constante, ha anidado en el corazón de la empresa refundada por los hermanos Michelin. Es, de hecho, uno de sus sellos distintivos, junto con una cuidada imagen de marca y unas novedosas estrategias de marketing. La mundialmente famosa «guía» que lleva el apellido de la familia es una buena prueba de ello.

La rápida internacionalización de la marca y la distribución de su producción por todo el mundo, al amparo de la potente industria automovilística, han sido otras claves justificativas de la inusual longevidad de este negocio familiar. Cuando la capacidad para identificar posibilidades se une al empuje, el tesón y la clarividencia para desarrollarlas es casi seguro que se le ha ganado la batalla a la mediocridad.


cerro@centennial.es